8 de marzo

Mujeres arquitectas, historia de un olvido. by Carlos Salazar

Denise Scott Brown en Las Vegas 1966 / foto: Robert Venturi

Denise Scott Brown en Las Vegas 1966 / foto: Robert Venturi

La historia de la mujer en la arquitectura es la crónica de un olvido permanente. La historia de la Arquitectura - y en general la Historia – suele sufrir continuas revisiones. En ocasiones algún historiador, en un intento de dar un nuevo punto de vista sobre un periodo concreto, rescata del olvido a algún arquitecto cuya obra no se valoró suficientemente. Pero lo que ha venido siendo habitual entre los que rescriben la historia es obviar la importancia del trabajo de las mujeres.  

Probablemente esto responda a cómo eran en general las circunstancias de la mujer a principios y mitad del siglo XX, pensemos que aquí en España no alcanzaron su mayoría de edad plena hasta llegada de la democracia, es decir, para cualquier asunto debían tener el consentimiento de su esposo o de su padre, hablamos de mujeres que habían sobrepasado la mayoría de edad, algo que hoy en día nos parecería una barbaridad y sin embargo es una herencia que no queda tan lejana. Acceder a estudiar ciertas carreras no les fue fácil, no era común encontrar mujeres formadas, universitarias, y cuando empezaron a poder ir a la universidad se vieron rodeadas de prejuicios que condicionaban sus decisiones a la hora de elegir una carrera, no era habitual que accedieran a estudios como los de arquitectura o de ingeniería, campos considerados por lo general más propios de mundo masculino hasta hace nada.

De ese modo, injustamente infravaloradas, el papel asignado a las arquitectas fue el de compañeras, colaboradoras o parejas cuyo trabajo fue fundamental para aquellos que se convertirían en los grandes arquitectos del siglo XX.  Ellas se vieron relegadas a un inmerecido ostracismo en pos de la construcción del mito. Si de algún modo fueron reconocidas de debió al hecho de estar asociadas con sus compañeros. Por citar algunos nombres cabe mencionar a la irlandesa Eileen Grey, la finlandesa Aino Marsio Aalto, la escocesa Margaret Mc Donald Mackintosh, la inglesa Allison Smithson, la francesa Charlotte Perriand o la norteamericana Ray Eames. Otras como Maïja Isola, Lily Reich y Marianne Brandt, pertenecientes a la Bauhaus, así como Margaret Kropoholler Staal, Grethe Meyer o Nana Ditzel.  En el caso delas españolas, arquitectascomo Matilde Ucelay y Juana Ontañón, trabajaron independientemente y no han tenido un reconocimiento claro.

Uno de los caso más flagrantes y sorprendentes es la concesión del premio Pritzker en 1991, el “Nobel” de la arquitectura, a Robert Venturi dejando de lado a Denise Scott Brown. Se trata de una pareja indisociable y de gran relevancia en la historia de la arquitectura de la segunda mitad del S.XX. Después de una campaña para que se rectificara esa decisión apoyada por Robert Venturi, en al que declaraba que el cincuenta por ciento del trabajo lo desarrollaba ella, el jurado del premio decidió negarle ese reconocimiento.

Como se decía anteriormente, podríamos encontrar muchas circunstancias adversas en una época que presentaba impedimentos de tipo legal, que limitaban sus derechos y en la que se permitían licencias y actitudes que quizás hoy no estarían bien vistas por la mayoría de la población. Probablemente algunas asumieron o se resignaron al papel que les tenía reservado la sociedad. Tampoco es desdeñable el hecho de que la historia y crítica de arquitectura estaba en manos de hombres,  o que los clientes, el mundo del los negocios y la construcción fuese un campo reservado únicamente a estos.

Pero  sorprende que hoy en día el elenco de arquitectos conocidos por el gran público también esté compuesto por casi exclusivamente hombres. Entre Norman Foster, Santiago Calatrava, Frank Gehry, Jean Nouvel, y otros quizás sólo nos suene Zaha Hadid, autora en España del pabellón puente de la Expo de Zaragoza.

Puede que se esté dando un cambio generacional que no ha llegado a ese estrato, como ocurre en las escuelas de arquitectura. Hoy en día la paridad entre alumnos y alumnas es un hecho pero nada tiene que ver con lo que ocurre en las plazas ocupadas por catedráticos, decantado muy claramente hacia el lado masculino.

Ahora cabe preguntarse: ¿Aún sigue habiendo ese desequilibrio entre la atención que se presta al trabajo de las arquitectas respecto al de los arquitectos? Las nuevas generaciones tienden a trabajar en equipo, perdiendo sentido el arquitecto solitario. Realmente, en general, no hay diferencia alguna entre la arquitectura producida por hombres y mujeres. Esta colaboración puede ser positiva como vehículo de normalización e integración de la mujer en el mundo de la arquitectura.  Haciendo un repaso en lo que ocurre a nuestro alrededor parece que hay avances en el reconocimiento de la labor de ellas, pero el peso a favor de los hombres sigue siendo abrumador por lo que hay aún mucho camino por recorrer para llegar a la plena normalización en el reconocimiento de sus esfuerzos.

Un ejemplo concreto que ilustra la situación anterior es la exixtencia del premio internacional ArcVisión, patrocinado por Italcamenti Group. Un premio destinado a reconocer la importancia del trabajo de las mujeres en la arquitectura en los últimos años. El premio se plantea en términos de “discriminación positiva a favor de las mujeres” según su responsable Carlo Pesenti que añade: "Esperamos que en estos sectores tradicionalmente dirigidos por hombres, las mujeres asuman un rol central y puedansuperar cualquier tipo de discriminación o exclusión tanto en la toma de decisiones como en la producción. Los hombres y las empresas necesitan la energía y la sensibilidad de las mujeres para crecer y lograr resultados cada vez mayores."

La “feminización” de la arquitectura está en marcha sin embargo eso no se refleja en la vida laboral como sería de desear.  Estamos inmersos aún en un proceso de reequilibrio en el que se vislumbra que han de pasar años para que esto se note. No obstante el camino es difícil y son las mujeres las que fundamentalmente han de reivindicarse y seguir atentas para no perder sus derechos adquiridos, a ser tenidas en cuenta frente a una sociedad y unos políticos dispuestos a dar marcha atrás en determinados logros sociales que las afectan directamente.